Para entender mejor su manera de pensar y actuar, pasamos una mañana con él en su finca en noviembre del 2017, escuchando sus historias, compartiendo un rico almuerzo y conociendo sus cultivos antes de sentarnos con él en su lugar preferido… símbolo de la vida y del cambio.
¡Gracias Abel!
Nos quitamos el sombrero frente a tu visión y tu audacia.
Desde 1997 Abel Lara y, junto a él, muchas familias están luchando por tener tierra. Aquí nos cuenta su recorrido tumultuoso para conseguirla: no se trata solamente de tener un terreno, sino también de pensar en el sistema de producción, “sembrando para nosotros y no para el dueño”. Tuvo mucha audacia para instalarse en las tierras de los “grandes” del país.
A partir del acuerdo de paz del año 1992, se estaba dando tierra a los excombatientes de ambos bandos. Se dio a los del ejercito, y a los de la guerrilla, pero no a los campesinos. Este mismo año Abel participó por primera vez en la toma de tierra de una Hacienda – la hacienda Chipigulli – y así formaron la cooperativa “La Ayuda de Dios” con 125 campesinos “sembrando para nosotros y no para el dueño”. Empezaron con la siembra de soya (a través del Programa Nacional de Soya y la Cáritas) y aprendieron a producir derivados de soya para la venta. Hoy es una cooperativa con más de 1800 familias.
Unos años después, mientras que Abel había salido de la cooperativa para retomar sus estudios, tomaron otra vez tierra, esta vez del hacendado Morales Ehrlich, con 244 familias más, haciendo cumplir el artículo 105 de la constitución salvadoreña según el cual ningún terrateniente puede tener más de 245 hectáreas.
Con su familia, un 3 de abril del 1997, decidieron formar la cooperativa “La Patroncita” porque había situaciones de tremenda desnutrición en las familias, una pobreza extrema. “Ahí, dije yo ‘aquí, si, me quedo en esta cooperativa’, esta va a ser mi cooperativa porque voy a ir junto con mi padre para hacer esta cooperativa.” Formaron esta cooperativa y la legalizaron en el 1997. El problema es que el Instituto Salvadoreño de Transformación Agraria (ISTA) “nunca nos escuchó para entregarnos tierra“. Tenían cooperativa, más no tierra.
Entonces, en el año 1998, Abel y algunas familias se dieron cuenta que la finca cafetalera del presidente de este entonces, Armando Calderón Sol, no cumplía con el artículo 105 que restringía la tenencia de tierra a 245 has. Es así que tomaron las tierras del presidente que excedían esta medida. Y le dijeron al Presidente: “Usted se queda con lo que la ley dice y lo que le sobre es de nosotros”.
Después de tres meses vino el ISTA para ofrecerles 440 manzanas de tierra en Metapán (aprox. 230 has) para que se vayan de la hacienda del ex-presidente. Empezaron a sembrar lo que sabían: maíz, frijoles, maicillo. Pero resulta que esta entrega de tierra de parte del ISTA fue un engaño porque ya lo había entregado a ex-combatientes de la fuerza armada. Se armó un conflicto que dejó dos muertos entre los campesinos. Después de 1 año y medio de trabajo de la tierra, llegó una demanda contra los campesinos que termina con el arresto de Abel y 23 compañeros por tres meses.
El contexto presentaba, una fuerte concentración de la tierra en pocos manos y una costumbre de separar a las personas entre clases. Abel explica cómo es que logró reunir a personas que la sociedad opone y cómo transformó los momentos en la cárcel – que parecen los más duros a la mayoría que los sufre – en oportunidad para pensar de otra forma y celebrar juntos.
Se logró la intervención de la procuraduría de Derechos Humanos que demostró legalmente que los campesinos habían sido engañados. El juez les preguntaba porque estaban tan alegres estando en la cárcel y no querían una reparación por lo que habían sufrido. Y ellos contestaron “porque venimos a descansar aquí gracias a la injusticia”, “siempre estábamos con el espíritu alto, con energías positivas, juntos”; “le decimos al juez, Usted ejerce la justicia terrenal” pero algún día a todos les toca una justicia mayor…
Cuando los liberaron, regresaron a la cooperativa: “hicimos una gran fiesta, las 107 familias e invitamos a las familias de los ex-combatientes también”; “queríamos mostrar que no teníamos rencor ni mala fe con ellos” porque “todos podemos caber en esta tierras si nos ponemos de acuerdo”.
Luego se formaron tres cooperativas en estas tierras porque la tierra alcanzó para todos (“la Patroncita”, “4 de junio”, “La Productora de los Excombatientes”). Pero intervino el ISTA, preguntándoles: ¿Quiénes de Uds. se van? La cooperativa “la Patroncita”, con sus 86 asociados, dijo que iba a salir para solucionar la problemática.
El ISTA les mostró cinco propiedades, pero Abel y sus compañeros dijeron “Nosotros ponemos requisitos, condiciones sociales: queremos una escuela y una clínica cerca y transporte disponible, queremos estabilidad social, tranquilidad”.
Después de haber recusado las 4 primeras propuestas, aceptaron un terreno en unas tierras del ex-presidente Alfredo Cristiani, que correspondían a una propiedad de 52 manzanas que se llamaba “El Mosquito”. Tenían que cancelar el 25 % del valor de la propiedad, con 10% de entrada (13.000.-USD) y los otros 15% en 10 años. Para pagar los 10% y el camión para trasladarse con todas las familias, tuvieron que pedir un préstamo a una cooperativa de ahorro y crédito.
“Estábamos negociando como cooperativa”… al final solo venimos 30 socios de los que estuvimos en la otra propiedad (los otros se quedaron allá, integrando la otra cooperativa); “hicimos trampa al ISTA” devolviendo la trampa que les hicieron a ellos anteriormente.
Desde el 10 de agosto del 2004 se trasladaron las 30 familias a vivir en “El Mosquito”.
Tenemos derecho a trabajar, a alimentarnos, a la educación… pero ahora viene la injusticia de nuestro país y nos castigan… Cuando nos llevan a la cárcel, nos detienen, nos meten una reja, nosotros decimos “aquí hay una oportunidad para descansar, descansar de un trabajo físico, pero tenemos que trabajar de carácter mental porque no hicimos ningún delito y porque aquí hay más vida”.
“Estábamos en una fiesta de reflexión en estos tres meses, estábamos descansando, porque sabíamos que no habíamos cometido un delito. El único delito que cometíamos era que producíamos alimentos. La pasamos muy felices.”
La tierra no basta para generar oportunidades y trabajo para todos, se necesita vender también… ¿Cómo enfrentar tormentas que causan inundaciones, pérdidas financieras o distanciamientos humanos? Solamente ha sido posible a través de la fuerza del colectivo, como lo cuenta Abel.
Algunos meses después de la llegada de las 30 familias a “El Mosquito”, en noviembre del 2004 se inundó todo el terreno. Pero no se rindieron y empezaron a trabajar el cultivo del coco: “no sabíamos de coco”, “no sabíamos subir a un árbol”. “Cáritas Santa Ana siempre buscaba una forma de acompañarnos para que tengamos iniciativa para alimentarnos.” “Empezamos a cultivar verduras.”
“Vendíamos a los intermediarios los cocos” pero solo les dieron 7 centavos, a los tres años quedaron en deuda. “No nos funcionaba nada.” Empezaron a escuchar de economía solidaria y comercio justo a través de la Cáritas. “Aquí no nos queda otra que nosotros vendamos los cocos.”
Tomaron otro crédito de 20.000 dólares (aunque estaban totalmente endeudados) para comprar un camión de 10 toneladas (en el cual cabían 7000 cocos) y hacer 15 “carretoncitos” amarillos. Con eso, empezaron a vender los cocos directamente en Santa Ana, alquilando una casa en la ciudad que serviría de bodega. Con la colaboración de la Cáritas Santa Ana al final tenían 45 carretoncitos vendiendo coco directamente, “generando empleo para los jóvenes, mujeres, varones”.
“Aprendimos a hacer un flujo de caja. Nos fue muy bien y en cuatro años pagamos los créditos y así salimos de la mora que teníamos.” Pero en los años siguientes, hubo varios huracanes “y nos dejaron sin casa, sin nada”. “Con el apoyo de Cáritas, logramos construir un piso y pilares de cemento para levantar nuevamente nuestras casitas. Y con el dinero que todavía teníamos de la venta de los cocos, logramos comprar las laminas para el techo de todos.”
También se presentó el problema que, de las 30 familias de la cooperativa “La Patroncita” que llegaron al municipio San Francisco Menendez, algunos “empezaron a querer agarrar el dinero de la cooperativa” y tuvieron que expulsarlas: “tuvimos que sacar a algunos porque no pudieron cumplir con la disciplina de la cooperativa y ellos se sintieron culpables”. Al final quedaron 25 familias.
“La Cáritas siempre fue la culpable junto a nosotros.” Les consiguió un tractor después de los huracanes para empezar de nuevo a sacar los cocos del terreno donde el camión no podía alcanzar. Necesitaron otros nueve años para pagar nuevamente toda su deuda.
Y desde el sábado 18.11.2017 tienen todos sus títulos y son dueños verdaderos de su tierra. Eso ha sido posible gracias a la organización, a la unidad que mantuvieron. “Hemos tenido grandes conflictos entre nosotros, pero tuvimos la capacidad de solucionarlos, nos peleamos y luego salimos juntos para comer.”
¡La tenencia de la tierra no es un tema solucionado para nada en El Salvador! A pesar de muchas luchas y conquistas, sigue una concentración muy fuerte de la propiedad y un abuso de las transnacionales que, con el apoyo de gobiernos, buscan – y varias veces logran – desalojar campesinos de sus tierras. Abel destaca aquí como él lo ha experimentado, como analiza el contexto salvadoreño y de otros países.
En el 06 de marzo 1980, la junta revolucionaria de gobierno decide permitir la transferencia de tierras a campesinos. A nivel nacional, se entregó 365 propiedades que estaban en mano de los terratenientes, lo que ha sido un auge para las cooperativas salvadoreñas. Después de los acuerdos de paz en 1992, también hubo una importante transferencia de tierras. Desde el 2010, asistimos a un aumento de las cooperativas agropecuarias.
Pero existen grandes dificultades para las cooperativas porque hubo decisiones de los últimos gobiernos de autorizar la venta de las tierras de las cooperativas, ¡a veces forzando que sea a precio muy barato! Y como no existe siempre una educación cooperativa, muchas de ellas vendieron sus tierras. También varias familias las vendieron para que sus hijos puedan ir a Estados Unidos.
Sin embargo, tenemos cooperativas exitosas que son verdaderas empresas sociales, con las familias que son sus dueñas. Los excedentes van para la salud y la educación de sus asociados. El cooperativismo es un modelo de desarrollo propio de las comunidades, de los pueblos porque hay una distribución equitativa de la riqueza que se produce, con respecto al medio ambiente.
A través de sus diferentes experiencias, Abel Lara comenta los aspectos centrales de las cooperativas por las cuales ha pasado momentos de su vida.
Todavía hay muchos campesinos que son jornaleros y trabajan para un dueño, recibiendo un salario que no les alcanza pagar sus necesidades. ¡No se escapa a la concentración de la tierra que sigue en pocos manos!
Que sean Salvadoreños o de otros países, Abel les transmite su mensaje inspirado por los derechos fundamentales.
Hace cinco años, Abel ha sido nombrado presidente de la la Confederación de Federaciones de la Reforma Agraria Salvadoreña, CONFRAS, con 69.000 cooperativistas. A través de las cooperativas y de los defensores de la agricultura familiar, se logró firmar el acuerdo de producción agroecológica con el ministerio de agricultura.
El Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), el Comité Nacional de Agricultura Familiar (CNAF) y el Programa de Diálogo Regional Rural (PDRR), suscribieron un convenio de cooperación, que permitirá impulsar programas y proyectos para fortalecer e implementar la agricultura agroecológica, la transferencia de tecnologías y el área agroindustrial.
El documento fue firmado por el ministro de Agricultura y Ganadería, Orestes Ortez, en su calidad de presidente de la Junta Directiva del Centro Nacional de Tecnología Agropecuaria y Forestal CENTA y por el coordinador del CNAF y PDDR, Abel Lara.
Fuente: http://www.mag.gob.sv
Abel comenta los dos modelos de agricultura en el mundo:
En El Salvador, los dos modelos están en un cierto equilibrio porque nosotros campesinos estamos produciendo casi la totalidad del consumo de maíz de los Salvadoreños (datos de una investigación de CONFRAS), acercándonos así a la soberanía alimentar. El otro modelo produce mucho maíz, pero para la exportación o para la comida del ganado, y no pensado para la alimentación de las personas.”
“La tierra, el agua, el aire deberían ser un principio humano, un derecho de todos, con acceso de todos por igual. Pero en nuestros países toda la riqueza está concentrada en pocos manos, ¡en algunas familias! Ellas concentran demasiado y hacen mal uso de la tierra… y por ejemplo, para producir la caña ellos necesitan mucha tierra, mucho agua, muchos agro-tóxicos…
Todos debemos tener acceso al agua y a los recursos naturales, siendo formados para respetar y tener limites para saber hasta donde podemos ocupar. Y eso será posible a partir del momento que, hombres y mujeres, nos podamos organizar para reclamar nuestros derechos. Pero mientras que no elevamos nuestra voz de nuestras fincas, no va a ser posible cambiar estos procesos.“
Abel no tiene la receta, pero a través de su vida y sus experiencias, el nos transmite varios mensajes que pueden resonar en relación a muchos temas y contextos.
“Con la humildad de que uno no lo sabe todo porque la sabiduría está en el colectivo.”
Produciendo en su finca, Abel hace mucho más que alimentar a su familia… el aporta a su país y a su comunidad.
Eso requiere energía, sobre todo en un país donde “las políticas públicas están dirigidas a otros”. Pero también permite llegar a acuerdos y formas de reconocimiento legal de lo que estamos haciendo como campesinos.
“En cada rincón de nuestros países, siempre estamos nosotros.”
“No debemos más pensar como en el siglo pasado.
No debemos mencionar la pobreza, porque si nosotros queremos ser pobres, ¡lo vamos a ser!
Debemos ser ejemplos, mostrar, enseñar… para que los otros puedan palpar… decir que ‘eso sí se puede’. No vale solamente hablar.”
Y así se puede romper los esquemas…
Hay que enamorarse de lo que hace, hay que sentirlo… con una fe profunda.
“Siempre estamos preocupados por producir… para los otros y para nosotros; estamos pendientes de lo que pasa en la finca. ¡Eso se vuelve rutinario y al final no tenemos ningún descanso!
“En mi finca, mi mirada es que siempre haya fruta en diferentes tiempos. Por eso, apuesto en la diversificación de producciones.
Esta sostenibilidad también debe existir en otra escala, por ejemplo en la confederación de cooperativas: compartiendo, aprendiendo a dialogar, tenemos que reconocer que no sabemos todo, pero sí, lo sabemos en el colectivo. Y así se genera un dialogo estructurado que posibilita generar cambios.“
Sin buscar concluir – porque la vida sigue… – Abel destaca varias dimensiones en las cuales aparecen cambios profundos. Pero tal vez, no se trata solamente de observar estas transformaciones, sino mirarlas como oportunidades a cultivar:
Mujeres y hombres – somos iguales
“Que bueno, ahora sí, ya intentamos entender que somos iguales hombres y mujeres y que debemos jugar los roles de manera igual porque tengo manos y una mujer también tiene manos. Eso quiere decir que lava ropa y yo también puedo lavar ropa.“
“Mi raíz es mi finca, de ella no me desprendo.
Ahora estoy enfermo en el sentido de que me aleje de mi finca. Antes, comía de mi finca, una comida muy sana… porque producimos con lo que hay en la parcela; agarramos lo que ahí está. Pero, estos últimos años, me toca ser un representante de los campesinos, viajar, ir a reuniones que ellos llaman de ‘diplomáticas’ e ir al hotel donde me alimento de pura chatarra, donde me contamino.
El problema es que ‘uno anda descuidando a la familia’. Mi sueno es regresar a la finca, para mi familia.”
También es por esto que Abel al final del 2017 ha “aceptado ser el candidato alcalde de mi municipio; ellos (los otros candidatos) tienen mucho dinero y yo tengo muchas ideas”. Si no llega a ser el alcalde, se quedará como concejal… lo que “va a ser nuevo aprendizaje”.
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Esta es una memoria de nuestro primer Cine Foro, en el cual estuvimos alrededor de 15 personas en una sala virtual de cine donde visualizamos, sentimos y proyectamos reflexiones, a partir de ver videos personales.
«Desde pequeño tuvo que luchar para siendo campesino hacer reconocer los derechos de todos a alimentarse, a tener un pedazo de tierra y vivir compartiendo con sus vecinos. Pero él lo hizo de manera muy especial: obligó al presidente que tenía más tierra de lo que permitía la ley a cumplirla; estando preso por ocupar tierra, decidió hacer una fiesta en la cárcel con los demás; optó por la agroecología con la perspectiva de una economía solidaria; dió voz a centenares de cooperativistas para cambiar leyes…»
Siempre nos solicitan proyectos o planes anuales… Pero ¿qué sentido tienen si no se piensan con perspectiva estratégica? Pensar la planificación de otra forma fue el reto en Bolivia, a partir de varias iniciativas de construcción de visiones de desarrollo desde las personas del pueblo, del barrio, de la comunidad.
¿Cómo romper- por fin – con la actitud “colonial” de querer llevar proyectos “desmenuzados” a poblaciones específicas, re-afirmando de esta manera sus carencias y problemas y hasta – aunque tal vez involuntariamente – las supuestas incapacidades de la gente? ¿Cómo aprender como ‘profesionales’ el no separar la realidad “en pedazos” e incluir una espiritualidad que afirme la abunda ncia de la vida?
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Una nueva mirada hacía los desafíos de la cooperación y el cambio social en el siglo 21 Un grupo de personas ligadas a la cooperación de la obra episcopal católica alemana, Misereor, reflexionó durante tres días acerca de los desafíos de un cambio social significativo en el siglo 21 y los retos de la cooperación internacional en este contexto. ¿Dónde están los quiebres actuales? ¿Desde dónde y quién puede desencadenar cambios en las relaciones de poder entre los diferentes actores? ¿Cómo encontrar lo que nos une entre todos los actores de la cooperación en vez de lo que nos divide? ¿Cómo cambiar de esta manera la perspectiva “desde la gente” a cual se dirige la cooperación? ¿Cómo alcanzar una visión más amplia? Estas son algunas de las interrogantes que se plantea en el documento que pone a disposición Misereor.
Para mujeres jefes de hogar de la comunidad María Auxiliadora, que vivían de alquiler en pésimas condiciones, la misma ha inventado otra manera de vivir juntos
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Salir del aula de una institución para ir dónde viven los participantes, con el fin de analizar juntos su situación y aprender cómo cada uno se esfuerza en mejorar su casa y parcela, jugando así todos el rol de facilitadores y aprendices, fue el reto que se propusieron Daniel Pacheco de la Fundación San Alonso Rodriguez (FSAR) de Honduras con el apoyo de Javier Rodriguez, cooperante del IMDEC (Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario). Con esta finalidad crearon la “Escuela Popular de Arquitectura Social” en la cual se reúnen cada tres a cuatro meses alrededor de 30 participantes de varias comunidades del Nordeste de Honduras en una de las comunidades participantes.
Esto es el hecho alrededor del cual se ha organizado el Colectivo Agroecológico del Ecuador el cual se presenta aqui: Consumidores, productores, comunicadores, chefs, investigadores, activistas… pero lo más importante todos “practicantes” de la agroecología, de otro concepto de vida y de relacionarse tanto con la naturaleza como con el propio ser. Es así que todos ellos se mueven alrededor de una práctica alimenticia diferente dejando atrás jerarquías y burocracias artificiales, practicantes comprometidos con la causa en una dinámica multi-actor donde prevalece la sinergia y confluencia.
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Si tienes cualquier tipo de pregunta, siéntete libre de escribirnos unas lineas, apenas tengamos la oportunidad nos comunicacemos contigo. ¡Es una promesa!
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Estefanía viene de Colombia, un paraíso de diversidad, de una familia de apicultores, siempre ha estado relacionada con pequeños productores de todo tipo de alimentos. Actualmente trabaja buscando alternativas de relacionarnos e intercambiar alimentos y saberes.
Co-creadora
Camino aprendiendo a generar y entretejer diálogos. Es una labor constante y cotidiana porque se hace entre varias personas diversas… iguales en dignidad… tejiendo realidades a partir de sueños comunes.
Escuchar los distintos lenguajes que hacen al diálogo me permite cuidar los procesos… con libertad y conexión.
Co-creadora
Llevo una vida ligada al desarrollo personal y social a través del lenguaje corporal. Comencé como actriz y bailarina.
Mi formación en el Magíster en pedagogía Teatral, me llevó a movilizar los aprendizajes del Teatro hacia otros espacios, no sólo en la formación de actores. Me fui especializando en la traducción de diversos contenidos cognitivos a experiencias de aprendizaje. Luego me surgió la inquietud de los sistemas humanos como organizaciones vivas, formándome con un Magíster en Desarrollo Organizacional que me llevó a mirar los sistemas y, a través de la formación de Coach Ontológico, encontrar nuevas maneras de incluir la palabra.
Hoy, soy fundadora de COincidir, una plataforma colaborativa para el desarrollo humano y el buen vivir. Buscando hacer coincidir personas, metodologías y mundos.
Co-creadora
Hoy me entiendo como alguien que tiende puentes entre seres humanos de diferentes culturas, países, continentes para juntos reflexionar sobre nuestra esencia humana y sobre ¿cómo humanizarnos (más)? Ofrezco espacios de conexión profunda entre las personas y sus experiencias. Estas conexiones crean un sentido de pertenencia a un mundo común que respeta a todas las personas, seres vivos y la tierra en sí y da energía para transformar(nos) a nivel personal y colectivo.
Estoy convencida que solo juntos, superando las fragmentaciones e incluyendo a los que “normalmente” no están incluidos podemos cocrear un futuro donde las próximas generaciones puedan vivir en paz. A esto quiero aportar.
Los espacios de Altoparlante se construyen y crecen constantemente, esta página estará lista muy pronto.
Co-creador
Me recibí de curioso y aventurero luego de recibirme de abogado y experimentar la vida tribunalicia. Sali corriendo hacia la mediación de conflictos y las metodologías de transformación social luego comprender que las argumentaciones desapegadas de los sentimientos e intermediadas por un tercero ajeno al conflicto no tienen ningún valor.
Soy padre de Simón (12) , Lucas (10) , Francisco (8) y Luz (meses) y esposo de Carolina, una mujer maravillosa que me regaló la vida.
Trabajo caminando con las personas. Me gusta iniciar y caminar en procesos de cambio social, personal y organizacional. Creo que con valentía y perseverancia podemos cambiar lo que nos condiciona y ser comunitariamente libres. Gracias por esta oportunidad
Impulsadora
Ángela viene de Bolivia, desde hace tiempo viene compartiendo con muchos grupos activistas que se preocupan por el cuidado del medio ambiente y por encontrar otras maneras de vivir en la ciudad, en comunidad y ha encontrado que la comida nos une y es un buen lugar para comenzar el cambio.
Este es un espacio de conexión e inspiración, una pequeña comunidad interesada en experimentar y construir colectivamente cambios sociales.